CULTURA SAN AGUSTÍN
UBICACIÓN
Se Desarrolló en el
Valle del Alto Magdalena (sur del departamento del Huila), territorio
correspondiente a los actuales municipios de San Agustín, San José de Isnos y
Salado Blanco, situados todos en las estribaciones del macizo colombiano,
sector donde abundan las rocas volcánicas, materia prima empleada para sus
famosos trabajos de estatuaria.
Se inició a partir del
siglo XXXIII a. C., en el siglo VII a. C. ya es una cultura que presenta un
considerable desarrollo, según las fechas de carbono 14 de muestras orgánicas
obtenidas recientemente asociadas a la agricultura, la cerámica, la orfebrería
y el arte escultórico.
Culturas precolombinas
del suroccidente colombiano. La cultura San Agustín es el número 4.
Las diferencias
marcadas entre objetos, indumentaria, vestuario y trabajo lítico, observadas en
las esculturas, hace suponer que la necrópolis de San Agustín fue una región
donde varias etnias sudamericanas, desde lugares distantes, traían sus muertos
principales a sepultar; de la que forman parte el Parque Arqueológico Nacional
de Tierradentro y el Parque Arqueológico de San Agustín.
ECONOMÍA
Los antiguos
agustinianos tuvieron como base económica la agricultura y la colección.
Preparaban surcos en las laderas y en las partes altas de las montañas,
dispuestos verticalmente, de manera que el agua de las lluvias corriera
fecundando los terrenos y no se embalsara, lo que hubiera resultado
contraproducente en aquella zona húmeda. El principal producto cultivado fue el
maíz, como lo atestiguan las numerosas manos y de piedras de moler y los granos
y tusas carbonizados que se han hallado entre la tierra de relleno de las
tumbas, como ofrendas funerarias y entre las ruinas de las viviendas.
Los platos pandos de
borde vertical que servían para tostar granos indican una manera propia de
preparar el maíz, así como el maní, que hoy se sigue cultivando en esta región.
Las frutas del nogal las recolectaban para obtener materias grasas. La cacería
debió de ser complemento de la dieta alimenticia, y la pesca en menor escala.
CERÁMICA
Es fundamentalmente
monocromática, hecha en atmósfera oxidante, por el sistema de enrollado y con
engobes de distintos tonos ocres. Predominan las formas de cuencos pequeños,
platos, ollas trípodes, copas de soporte alto. También se encuentran grandes vasijas,
destinadas al almacenamiento de líquidos y a servir de urnas funerarias. La
decoración es casi siempre incisa, aunque se registra también la pintura
negativa, negro sobre rojo, desde las fases iniciales del florecimiento de la
cultura, en el período que se denomina Formativo Superior.
En el período final, o
Reciente, aparece la pintura positiva bicolor, como también una decoración
granulada.
La producción alfarera
de los agustinianos se destaca por su sencillez, si se comparan con las piezas
complejas que elaboraron otros pueblos contemporáneos. Mezclaron las arcillas
con desengrasantes de arenas cuarcicas o fragmentos triturados de cerámica.
También añadieron mica a la pasta para obtener mas consistencia y, además,
puntos brillantes en las superficies de algunos recipientes. Dieron forma a los
objetos por modelado directo o por el sistema de enrrollamiento en espiral, y a
veces utilizaron como molde otra vasija boca abajo.
Las piezas más
frecuentes son las vasijas de cuerpo inferior semiesferico y superior
troncocónico o campaniforme; también los cuencos y los platos pandos de bordes
verticales, que se usaban para tostar granos. Ollas trípodes de soportes altos,
macizos y curvos en la parte superior, aparecen con la base ahumada por su
largo uso culinario, que también fue el de grandes recipientes de paredes
gruesas y superficies ásperas, con decoración dactilar en los bordes.
Por su decoración,
debieron de usarse en lo ceremonial copas de pie alto tubular, con recipiente
pequeño de borde horizontal o inclinado, que llevan pintura negativa interna y
por afuera un diseño de círculos y triángulos en negro sobre fondo rojo.
La pintura es casi
siempre monócroma. Se aplica unas veces en el interior, otras en el exterior de
las piezas, y a veces según la técnica negativa. La incisión y la excisión de
puntos y rayas en la parte superior es típica, lo mismo que el empaste en
blanco y rojo. Hay una ausencia casi total de motivos biomorfos, y es escasa la
presencia de asas, que, cuando aparecen, son solo ornamentales.
ESTATUA.
La estatuaria
agustiniana tiene unas características especiales que configuran un estilo
propio. Tales son: su monumentalidad, puesto que la gran mayoría representa
personajes de tamaño mayor que el natural; su rigidez, dada por la posición de
las figuras: de pie, con las piernas juntas y los brazos pegados al cuerpo,
casi siempre con las manos sobre el pecho; su entusiasmo, simetría y
frontalidad. En cuanto a la temática, en ella encontramos representados
principalmente seres antropomorfos y antropozoomorfos.
Los primeros se han
interpretado como guerreros, sacerdotes y dignatarios de esa sociedad; los
segundos como animales simbólicos, y algunos de ellos míticos, porque no
corresponden a una especie zoológica definida sino que comparten rasgos
combinados de varios de ellos, como en el caso de los batracios con dientes de
felino. En cuanto a los antropozoomorfos, se prueba por un cuerpo humano con
una cabeza de hocico felino y grandes colmillos, identificados como deidades.
Por otra parte, las
esculturas desarrollaron algunos temas reiterativamente, como el del alter-ego,
representado por una figura que lleva a otra sobre su cabeza; los sacerdotes
enmascarados; los sacrificios, manifiestos en seres que devoran a otros; las
dinastías, expresadas mediante una deidad que protege a un ser humano; las
cabezas trofeo en los collares de los dioses; los guerreros con armas y
garrotes; y el principal motivo desarrollado por aquellos escultores, que es el
de los llamados hombres jaguares o dioses solares, seres humanos con boca y
dentadura felinas, que representan el poder, la violencia, la guerra y el
dominio político y militar.
La serpiente emplumada
y el águila con la serpiente entre las guerras también son temas repetidos, y
ambos se relacionan con la dualidad de los conceptos opuestos o complementarios
en la cual la serpiente representa lo terrenal, la fertilidad, la cotidianidad,
y el águila lo celestial, lo sobrenatural, lo intelectual, unidos en la efigie
del ofidio con plumaje, en vez de escamas, para expresar un ideal cósmico, un
arqueotipo de su pensamiento religioso; o enfrentados en la escultura del ave
que sostiene con las garras y el pico a la serpiente, para indicar el eterno
choque de los dos aspectos de la existencia.
Los monos evocan
sexualidad y procreación; las aves, el territorio de los dioses y la
inteligencia; los saurios, el agua y la tierra unificadas, o sea, la tierra
fecundada, que es la agricultura; las ranas son anunciadoras de las lluvias, y
cuando llevan garras y colmillos se relacionan con la muerte y el inframundo;
las ardillas son símbolos agrícolas, y los peces, propiciadores de las buenas
cosechas.
La mayoría de las
estatuas forman parte de los conjuntos funerarios de los diferentes cementerios
localizados en explanadas artificiales hechas en las colinas. Los sarcófagos de
las grandes tumbas están cubiertos con losas que llevan tallada la imagen del
difunto con los ojos cerrados y las manos sobre el pecho. Las estatuas se
pintaban de blanco, rojo, amarillo y negro azulado.
La talla agustiniana se
hacia en piedra andesitica y en tobas, con cinceles y martillos de piedra mas
duras y compactas. Es típico el tratamiento de la escultura enfatizando la
labor del tallador en la cabeza de la figura para luego ir disminuyendo ese
detalle a medida que se desciende hacia las piernas y los pies del personaje.
Del mismo modo, el tamaño de la cabeza es comparativamente mayor que el del
cuerpo y de las extremidades, de manera que la figura completa no guarda las
proporciones reales del ser humano.
VIVIENDA.
Los sitios de
habitación encontrados por la arqueología aparecen asociados a campos de
cultivo. Podemos decir que los agustinianos practicaban un poblamiento
disperso, aunque no distanciado, determinado por la ubicación de las tierras
más aptas para la siembra; sus casas estaban en las cimas de las lomas o en
aterrazamientos en las laderas que fue necesario practicar por lo quebrado del
terreno. Se busco la proximidad a los nacimientos de agua para no tener que
limitarse a las orillas de los ríos, que, en algunas partes, son de difícil
acceso por la profundidad de los cañones.
Aparecen viviendas
solas y a veces con otra pequeña construcción aledaña que debió de servir para
fines domésticos. También hay grupos de tres o más casas, sin que se pueda hablar
de aldeas, sino apenas de caseríos; con la excepción de Quinchana, donde se
hallaron vestigios de población relativamente nucleada. Estrechos senderos
unían los núcleos habitacionales.
La casa era de planta
circular u oval, de unos 3 metros de diámetro, de estructura sencilla, suelo de
tierra apisonada, paredes de bahareque y techumbre cónica de paja. Se
practicaba el enterramiento dentro del perímetro de la vivienda.
La sencillez y estricta
funcionalidad de las viviendas de San Agustín contrastan con la complejidad y
ornamentación de muchos sepulcros, pero concuerda con el pensamiento del hombre
prehistórico, que reservaba las mejores realizaciones artísticas para el campo
de lo religioso, del cual el ritual funerario era una de las más importantes expresiones.
LA
ESCULTURA.
La manifestación
peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue la escultura
lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría en una
área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena,
Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano.
Indudablemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro
ceremonial para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos,
en los que ellos expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les
hubiera impedido tallar formas de gran naturalismo.
La diosa de la
Chaquira» en el cañón del río Magdalena.
Los bloques en que
fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas lávicas, algunas de grandes
dimensiones, hasta de más de cuatro metros de altura y de varias toneladas de
peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca) en ninguna otra
zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la escultura y puede
afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto Magdalena.
Vestidos
y adornos personales.
Muchas de las figuras
antropomorfas que representan las estatuas, aparecen completamente desnudas o
sólo con ligeros cobertores y con algunos ornamentos, como collares, pulseras,
narigueras y orejeras. Este hecho es curioso, puesto que el área de San Agustín
es una región en la que predomina un clima medianamente templado y éste se
enfría considerablemente a medida que se asciende al Valle de las Papas. Quizás
ello permita afirmar que se trata de un pueblo que tuvo una prolongada estancia
en tierras bajas antes de alcanzar los lugares donde labraron sus estatuas.
No obstante, varias
esculturas presentan faldellines y sombreros, los primeros confeccionados con
tela, hechas de corteza de árbol, como lo acostumbran muchas tribus de la
Amazonía. Los implementos para el hilado, como volantes de husos, son
particularmente escasos en el registro de los elementos hallados en las
excavaciones arqueológicas realizadas. Los ornatos fueron variados, como collares
de cuentas de piedra caliza y de piedra dura, estas últimas de color verde
azulado, tubulares, con orificio longitudinal; cuentas de concha, de semillas,
de hueso y de oro; narigueras de orfebrería, circulares, laminadas o a manera
de alambres retorcidos, con engarces de cuentas de cuerno o de piedra;
pendientes de oro macizo, figurando en algunos águilas diminutas; diademas de
oro, orejeras y otros adornos que han sido encontrados en las excavaciones y
que coinciden en su forma con los que se observan en las estatuas.
ADORNOS
PERSONALES.
Los principales adornos
usados por los antiguos agustinianos fueron, entre otros, collares de cuentas
de piedra, concha, semillas, hueso y oro; pulseras hechas de sartas de
chaquira; narigueras de oro, unas en forma de lúnulas, otras circulares,
laminadas tubulares; zarcillos de oro, unos consistentes en alambres
entorchados con engarce de cuentas de cuerno o de piedras; joyeles o pendientes
de oro macizo, generalmente figurando águilas o cóndores diminutos.
El uso de los adornos
de oro, especialmente de diademas y colgantes o pendientes, parece haber sido
un privilegio de las gentes pertenecientes a un rango elevado, bien fuera por
su jerarquía religiosa, por su autoridad política o por su estatus social. De
todos modos el hallazgo de esta suerte de adornos sólo se registra en tumbas
que por su construcción, ubicación y ofrendas, indican que fueron destinadas a
guardar los despojos de señores principales.
La práctica de la
pintura corporal está reafirmada por el hallazgos que se han realizado, de
núcleos de ocre de distintas coloraciones, con superficies notoriamente
pulimentadas que denotan que fueron destinados a estos menesteres. Estos
elementos han sido encontrados en las basuras de sus sitios de habitación y en
las ofrendas funerarias. Además algunas estatuas todavía conservan pequeñas
pigmentaciones rojas, amarillas y negras, lo que lleva a deducir que en una
primera etapa estos monolitos estuvieron pintados de variados colores y que la
pintura corporal constituyó una práctica ceremonial de mucha importancia entre
la población.
ORFEBRERÍA.
Los hallazgos
verificados hasta ahora demuestran plenamente que entre las actividades de
estos pueblos existía la industria de la orfebrería. No alcanzaron, desde
luego, los acabados productos ni las adelantadas técnicas que lograron los
orfebres prehispánicos de otras regiones de Colombia, tales como los Quimbayas
y los Sinúes. Sin embargo, conocieron la metalurgia del oro y del cobre, que
mezclaron para hacer, mediante las técnicas de alambrado, laminado y fundición,
cuentas diminutas de collar, al parecer fundidas a la cera perdida, zarcillos,
narigueras, diademas y colgantes, estos últimos a veces con engarces de cuentas
de cuerno o de piedras finamente pulimentadas.
La presencia de gotas
de oro fundido, fragmentos de láminas, pedazos de narigueras y crisoles de
cerámica, en los depósitos arqueológicos de la Mesita B, lo mismo que la
identidad de algunas de las piezas halladas con los adornos que aparecen
representadas en varias estatuas, demuestra claramente que no se trataba de
productos de intercambio comercial, sino de una industria local, que utilizó
los aluviones auríferos del Mazamorras, Naranjos y otros ríos y quebradas de la
región de San Agustín, y que representó en algunos de sus productos
motivaciones de acentuada significación religiosa, como son los motivos
ornitomorfos.
Todo parece indicar que
el trabajo de la orfebrería se inicia en San Agustín en la fase inferior, es
decir, desde los comienzos mismos del desarrollo cultural. Así lo indican los
hallazgos hechos en el sitio denominado Alto de Lavapatas y en estratos de la
Mesita B, que han sido fechados por el sistema del Carbón 14 y que
corresponden, estos últimos, a las primeras décadas de la era cristiana.
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