Historia de la Cultura Chinchorro



La gente Chinchorro habitaba la costa del desierto de Atacama desde llo, en el Perú, hasta Antofagasta en el norte de Chile. Los afloramientos de aguas dulces en la costa facilitaron el poblamiento humano de esta región.

Cerca de 9.000 años atrás los primeros exploradores descubrieron la abundancia de vida a lo largo del litoral y, a medida que estos cazadores recolectores comenzaron a asentarse, se fueron transformando en pescadores expertos. En sus tiempos libres elaboraron simples, pero bellos instrumentos de pesca, como por ejemplo: anzuelos de conchas y cactáceas, pesas líticas y tejidos de malla. Además se convirtieron en hábiles tejedores de junquillos manufacturando cestería y esteras para usos múltiples.

Sin embargo, uno de los aspectos culturales más interesante de Chinchorro fue su complejo sistema funerario. Alrededor de 7.000 años atrás estos pescadores comenzaron a momificar artificialmente a sus muertos, practica cultural que perduro por 3.500 años, y su epicentro cultural fue el área de Arica–Camarones. La preparación del cuerpo para la otra vida fue una creación a veces increíblemente sofisticada. Los cuerpos eran completamente desarticulados para ser posteriormente reensamblados.

Los pescadores Chinchorro desarrollaron varios estilos de momificación a través del tiempo; tales como, momias negras, rojas y con patina de barro.

Las momias negras son las más antiguas y las más complejas, este estilo que comenzó 7.000 anos atrás perdura por casi dos milenios. Las momias negras eran cuerpos reensamblados casi como una estatua. es decir, un cuerpo rígido, con una estructura interna confeccionada con palos, cuerdas de totora y una pasta de ceniza para el modelado del cuerpo. A menudo la piel, era reemplazada con piel de lobo marino cuando la propia era insuficiente. Al final, los preparadores fúnebres pintaban el cuerpo con una pasta negra de manganeso, de allí su nombre de momia negra.


En comparación, las momias rojas se realizaban sin una gran destrucción del cuerpo. En general, los órganos eran removidos a través de incisiones. Para proveer rigidez al cuerpo se deslizaban maderos puntiagudos debajo de la piel y luego las cavidades eran rellenadas. También le añadían al cuerpo una larga peluca de pelo humano que aseguraban con un casquete de arcilla. Después de cerrar las incisiones el cuerpo era pintado con ocre rojo y a menudo la cara era pintada de negro. En algunos casos la piel era repuesta en forma de vendajes. Este estilo rojo aparece cerca de 4.000 anos atrás y perdura por casi 500 años. Después del estilo rojo, las técnicas de momificación se simplifican, los cuerpos comienzan a ser simplemente, cubiertos con una pátina de barro, como cemento, lo cual ayudaba a prevenir la descomposición. Este estilo con pátina solo duró un par de siglos.

A pesar de que las poblaciones Chinchorro eran pescadores sencillos, sin conocimiento de la cerámica, la agricultura o el tejida a telar, su vida religiosa y espiritual debe haber sido muy compleja como lo demuestran sus practicas funerarias. Ellos veneraban los cuerpos momificados de sus ancestros. En las culturas posteriores como por ejemplo en la incaica, también se veneraba a los cuerpos, desecados de los ancestros. Para los Incas las momias eran consideradas Huacas o entes poderosos que tenían el poder de dar fertilidad, buenas cosechas y felicidad. Las momias conectaban el mundo real con el sobrenatural.

Los Chinchorro no desaparecieron misteriosamente, sus descendientes continuaron viviendo y floreciendo en la costa del Pacifico, lo que si cambio fue la complejidad de su sistema político y social. y además hacia el 1.700 años antes de nuestra era Cristiana abandonaron la práctica de la momificación artificial. En el sistema funerario de las poblaciones post–Chinchorro los cuerpos eran enterrados en una posición flectada y se momificaban naturalmente debido a la acción desecante del desierto. Sin embargo, la momificación natural o artificial evidencia que la preocupación por la muerte y el mas allá, ha tenido una influencia poderosa en la vida cotidiana de las culturas pre–hispánicas.

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