La vida de los primeros habitantes del área maya giraba alrededor de los elementos naturales y del cultivo y recolección de sus cosechas. Con la vida sedentaria y la práctica continua de una agricultura primitiva, surgió un sencillo culto de la naturaleza y de los elementos ligados a la siembra: el sol, la lluvia, el viento, el agua, etc.
Habría que imaginar que las sencillas ceremonias eran oficiadas y dirigidas por el jefe de la familia. Posteriormente, con la tecnificación incipiente de la agricultura, la práctica religiosa fue organizada en forma más compleja y surgieron los primeros sacerdotes profesionales. Los sacerdotes se convirtieron los depositarios de la ciencia y adquirieron un poder político creciente que los transformó en una casta dominante. A ellos se debió el perfeccionamiento del calendario, la cronología y la escritura jeroglífica.
Según los mitos mayas, la creación del cosmos no fue un sólo acto que ocurrió en un tiempo remoto, sino un proceso continuo como los ciclos de la naturaleza. Siempre creyeron que el universo se estaba construyendo y destruyendo constantemente por la acción de energías sagradas o deidades, por lo que se creó una cadena de ciclos o eras cósmicas, en las cuales han existido distintos tipos de hombres.
La idea central de estos mitos fue concebir al mundo con la finalidad de servir de habitación a un ser consciente, capaz de reconocer, venerar y alimentar a sus creadores, para que ellos pudieran seguir infundiendo vida al cosmos; el ser del hombre, que ocupa el puesto central del cosmos.
En el tiempo primordial, cuando sólo existían el cielo y el mar, los dioses creadores, Padre y Madre, decidieron la aparición del hombre y el mundo, y por medio de la palabra, hicieron emerger la tierra y los seres que la habitaban: árboles, plantas y animales. Los animales fueron interrogados por los dioses para saber si podían reconocerlos y venerarlos, pero no fueron conscientes ni supieron hablar. Entonces los dioses formaron, en sucesivas etapas o edades cósmicas, hombres de barro y de madera, que no respondieron a sus deseos. Los de barro fueron destruidos por un diluvio de agua y los de madera se transformaron en monos, que vivieron en su mundo hasta la llegada de un diluvio de resina ardiente que los desapareció. Finalmente, los creadores encontraron la materia sagrada: el maíz, que mezclado con sangre dieron como resultado al hombre requerido. Un hombre consciente de los dioses y de sí mismo, como sustentador de ellos. Cualitativamente distinto de los anteriores y mantenedor de los dioses por llevar en su propia constitución física los elementos sagrados: maíz y sangre de los dioses, que le dieron la conciencia. En este mito cosmogónico tan estructurado se expresó claramente la idea del hombre que mantuvieron los mayas y en el cual se basó toda su cultura.
Así, pues, el hombre es el ser creado con la misión de sustentar y venerar a los dioses, y el mundo es su habitación. Sin el hombre los dioses perecen y sin los dioses, el universo entero muere. Entonces el hombre deberá alimentar a los dioses con diversas sustancias sutiles: humo de copal, aroma de flores, olores de frutos y alimentos cocinados, pero principalmente, con la energía sagrada que los dioses emplearon para crearlo, su propia sangre, donde reside el espíritu o energía vital. Así, en este mito cosmogónico, se explica y se da una justificación del sacrificio humano.
Según el mito del Popol Vuh, en épocas cósmicas anteriores aparecieron soles que, como los hombres, eran falsos; el de la segunda edad fue destruido por dos héroes que se transformaron en el Sol y la Luna de la última edad: Hunahpú (Sol diurno) e Ixbalanqué (Sol nocturno o Luna). Con la aparición del Sol y la Luna culminó la creación del mundo. El movimiento del Sol, dio lugar al tiempo "histórico", se inició cuando los hombres ofrecieron a los dioses sacrificios humanos para alimentarlos.
Estas creencias cosmogónicas, recogidas en los textos indígenas, escritos después de la Conquista, ya existían en el periodo Clásico, como lo revelan las lecturas interpretativas de los textos jeroglíficos conservados en varias ciudades mayas, como Cobá y Palenque. En ellos se asentó que el mundo fue creado por el Primer Padre y la Primera Madre en el día 4 Ahau 8 Cumk’ú, fecha que en el calendario gregoriano corresponde al 13 de agosto de 3114 a.C., y que funcionó como "fecha era", o punto de partida, en los cómputos calendáricos.
En cuanto a la estructura del cosmos, no puede entenderse en el mundo mesoamericano la idea de tiempo separado del espacio, porque espacio y tiempo no son dos aspectos distintos: el tiempo no es otra cosa que el movimiento del espacio. El mejor ejemplo de la concepción cíclica del tiempo de los pueblos mesoamericanos son los mitos del origen del cosmos, en los que el mundo se ordena y se desordena cíclicamente. Los mayas destacaron por una excepcional conciencia de la temporalidad. Concibieron el tiempo como el cambio cósmico producido, en esencia, por el movimiento del Sol.
El tránsito del Sol fue captado como un movimiento circular alrededor de la tierra, que determinó los cambios que en ella ocurren; razón por la cuál, el tiempo se pensó como un movimiento cíclico. Este movimiento siguió leyes estables, como se manifestó en la regularidad de los ciclos naturales, de modo que el tiempo es el orden, la racionalidad y la permanencia del cosmos.
Para los mayas, el universo estaba conformado por tres grandes ámbitos en sentido vertical: el cielo, dividido en trece niveles; la tierra, imaginada como una plancha cuadrangular; y el inframundo, formado por nueve niveles.
El cielo, dividido en trece niveles horizontales, se imaginaba como una pirámide escalonada, que se asentaba en el nivel terrestre. También es considerada la montaña sagrada. Entre los mayas yucatecos el cielo era regido por Oxlahuntikú, "trece dios", una deidad que era una y trece simultáneamente. Había otros dioses en los distintos estratos y en el nivel más alto reside el dios supremo, principio vital del cosmos, Itzamná, que se denomina también Hunab Ku, "Dios Uno".
Los basamentos piramidales escalonados que se construyeron en la mayoría de las ciudades, y que tienen una escalinata que conduce a la parte superior, donde se encuentra el templo son símbolos del cielo y la montaña sagrada. Varios de estos basamentos tienen precisamente trece niveles, como el del Templo de la Cruz de Palenque, dedicado precisamente al dios celeste creador.
Los mayas imaginaron la tierra como un enorme cocodrilo sobre el que los hombres de la cuarta creación se desplazaban sin saberlo y en cuyo dorso nacía toda la vegetación conocida: los bosques, las selvas, los desiertos y las tundras. Encima de este cocodrilo habitaron los antiguos mayas y construyeron palacios y templos para sus dioses de acuerdo con los movimientos celestes que el Primer Padre imprimió al cielo el día de la creación.
Bajo este cocodrilo se hallaba el inframundo, dividido en nueve pisos, y en cuya parte inferior se encontraba el reino de Xibalbá. En el inframundo vivían los muertos en compañía de los animales nocturnos o peligrosos, como los murciélagos, los búhos y los jaguares, y ciertas deidades conocidas como Bolontikú.
El mismo día que el Primer Padre alzó el Árbol del Mundo, estableció también las ocho direcciones del cosmos, que se desplegaron sobre la tierra: cuatro divisiones, cuatro esquinas. Al hablar de estas direcciones, los mayas se referían a los puntos cardinales y las cuatro esquinas del universo. A pesar de ello, los mayas reconocían cinco direcciones básicas: el centro y los puntos cardinales, a cada uno de los cuales le correspondía un color: al norte, el blanco; al sur, el amarillo; al oeste, el negro; y al este, el rojo.
En cada uno de ellos había un Bacab - seres celestes que cargaba sobre sus espaldas una porción de cielo para sostenerlo durante toda la eternidad. Y el centro, donde estaban ubicados el Árbol del Mundo y las tres piedras de la creación, se consideraba el ombligo del mundo, el cordón umbilical con el que la humanidad se conectaba con los dioses y la fuente de la vida.
Otros dos puntos esenciales en la cosmología maya son: el más alto en el centro del cielo (cénit) y el más bajo en el centro del inframundo (nadir). Estos dos puntos eran los dos extremos del eje vertical del mundo, por lo que el centro de la tierra, por donde pasa el eje, era el centro del universo, la quinta dirección, el punto de unión entre el cielo, la tierra y el inframundo.
En el estrato más bajo o Xibalbá, "lugar de los que se desvanecen, residía el dios de la muerte, Ah Puch, el descarnado". A está región era donde iban los espíritus de los muertos, para integrarse a la energía de muerte. Como en el caso del cielo, algunos basamentos piramidales también representaron el inframundo, como el Templo de las Inscripciones de Palenque, que tiene nueve niveles, y bajo el cual se halló la sepultura de Señor K’inich Janaab’ Pacal (615-683 d.C); representando que los espíritus de los muertos debían recorrer los nueve estratos para llegar al Xibalbá.
El Ritual
Debido a la idea maya de que sin la acción ritual del hombre los dioses morirían y, con ellos, el universo entero, la vida humana estaba dedicada principalmente al servicio de los dioses.
Cada ciudad maya tenía en el centro su ámbito ceremonial, donde se llevaban a cabo los grandes ritos comunitarios. Todos los ritos tenían en común ceremonias propiciatorias, como la abstinencia sexual, el insomnio, el ayuno, los baños y las sangrías, entre otros. Asimismo, se sacralizaban el lugar y los objetos que se usarían para el rito, y se buscaba un día propicio en el calendario adivinatorio. Después de la purificación se hacían los ritos principales en donde se pronunciaban oraciones, se hacían sahumerios con resina de copal, danzas, cantos, representaciones dramáticas de los mitos y la historia de los antepasados ilustres, que eran venerados. Se ingerían comidas especiales de maíz, cacao y carne de perro o de pavo, principalmente, así como bebidas alcohólicas sagradas y, como parte central, se hacían ofrendas y sacrificios de animales y de seres humanos para alimentar a los dioses.
Los ritos centrales eran grandes, además de las complejas ceremonias públicas relacionadas con los periodos calendáricos, como los de Año Nuevo, presididas por los sacerdotes principales. Se llevaban a cabo ritos de fertilidad, gremiales, iniciáticos, de adivinación y curación, y ritos del ciclo de vida, como embarazo, nacimiento, infancia, pubertad, matrimonio y muerte.
Estos últimos señalaban los cambios del individuo y de su función social. Las ceremonias mortuorias en particular eran muy importantes, porque ayudaban al individuo en el último gran cambio de su vida. Los mayas creían en la inmortalidad del espíritu. El lugar de destino en el más allá dependía de la forma de muerte y no de la conducta moral en la existencia corpórea. La mayoría de los espíritus iba al Xibalbá, donde se integraban a la energía de muerte.
Pero mientras descendían a través de los nueve niveles permanecían "vivos", por lo que debían ser alimentados y protegidos con agua, comida, amuletos y los objetos que habían usado en vida. Los cuerpos de los grandes señores portaban sus joyas, una máscara de jade para conservar la identidad y una cuenta de jade dentro de la boca, que recogía y preservaba el espíritu. En sus suntuosas sepulturas también iban "acompañantes": esclavos y mujeres a los que sacrificaban en el funeral.
EL PANTEÓN MAYA
En el Códice Dresde se dice que los mayas creían que el mundo había sido creado por un dios llamado Hunab Ku (que significa un solo dios); sin embargo este dios, que a pesar de haber creado la humanidad con granos de la planta sagrada del maíz, era considerado como un ser muy remoto por lo que figuró poco en la vida religiosa de los mayas. En cambio su hijo, Itzamná, era tenido como la principal deidad y dios universal que poseía casi todo los atributos de los demás dioses.
· Hunab Ku
Fue el dios creador del mundo y del hombre. Creían que su corazón y su mente estaban en el centro del universo y sólo a través del sol podían comunicarse con él. Sin embargo no parece haber desempeñado un papel importante en la vida de la genta del pueblo.
· Itzamná
Era hijo de Hunab Ku. Era el dios del Cielo, de la Noche y del Día. Itzamná es un caso de dios-hombre. Según la tradición maya fue un personaje prodigioso, sacerdote y jefe de una tribu que llegó a Yucatán y fundó la ciudad de Izamal desde donde inventó la escritura y los libros, y dio a los lugares de Yucatán el nombre por el que eran conocidos, además de dividir las tierras en esa región. Era un dios bondadoso y estaba representado como a un anciano sin dientes. Se le atribuía la creación de los libros y de la escritura. Y creen que fue el primer sacerdote.
Estaba asociado con Kinich Ahau, dios del Sol y con Ixchel, diosa de la Luna.
· Chaac
Era el dios de la lluvia y de la fertilidad. Era un dios universal de gran importancia. Estaba representado con una nariz larga y dos colmillos enrollados que le salen de la boca hacia abajo y en su cabeza llevaba un trozo de tela como turbante. El dios de la lluvia era una deidad benévola, asociado con la creación y la vida. Era a la vez cada uno de los cuatro dioses de los puntos cardinales que a su vez tenían un color particular, que los diferenciaba:
El dios del Este, se llamaba Chac Xib Chaac (Hombre de Rojo).
El dios del Norte, se llamaba Sac Xib Chaac (Hombre de Blanco).
El dios del Oeste se llamaba Ek Xib Chacc (Hombre de Negro).
El dios del Sur se llamaba Kan Xib Chaac (Hombre de Amarillo).
Durante el período Posclásico sparece a partir de la influencia tolteca en Yucatán el dios tolteca Quetzalcoatl, una trasposición de Chaac. Esta identificación entre Kukulcán y Chaac era parecida a la que tuvieron en la mitología mexica Quetzalcóatl y Ehécatl, también dios del viento, que barre el camino del dios de la lluvia.
· Yum Kax
Era un dios benévolo; asociado a la vida, la prosperidad y la abundancia. Era el dios del maíz y por lo tanto también de la agricultura. Se le representaba como a un joven con una mazorca de maíz, cubierta de hojas sobre la cabeza muy deformada. Como deidad patrona de la agricultura estaba siempre ocupado en gran variedad de tareas y tenía muchos enemigos, ya que su destino estaba sujeto a los dioses de la lluvia, del viento, de la sequía, del hambre y de la muerte.
· Ah Puch
Deidad malévola; dios de la muerte violenta y los sacrificios humanos. Su imagen tenía con una calavera en la cabeza. En su torso podían verse las costillas y la columna vertebral. Si el cuerpo tenía carne, se representaba cubierta de círculos negros que indicaban putrefacción. Sus ornamentos eran cascabeles prendidos sobre el cabello o en forma de collar, en sus antebrazos y piernas, y en algunas representaciones aparece incendiando casas con una antorcha y derribándolas con una lanza. Reinaba sobre el más bajo de los nueve mundos subterráneos del inframundo maya.
· Ek Chuah
Era el dios de la guerra. Su figura estaba representada con el labio inferior grueso y colgando y su cuerpo pintado de color negro. Como dios de la guerra, tenía atributos malévolos y aparece en varias representaciones con una lanza, en combate o vencido por otro dios. Sin embargo tenía también otro aspecto, en este caso benévolo ya que se lo consideraba también dios de los mercaderes ambulantes y se le representaba con un hatillo de mercaderías sobre sus espaldas. Era también el dios patrono del cacao y los que se dedicaban al cultivo de este fruto le celebraban una ceremonia especial en su honor para ganarse sus favores.
· Ixchel
Era la esposa de Itzamná, el señor del cielo mientras que ella era la diosa de la luna. Era un personaje importante en el panteón maya, aunque aparentemente poco amiga del hombre. Se la representaba como a una vieja enojada, rodeada por símbolos de destrucción y muerte: una serpiente en la cabeza y huesos cruzados en su falda. Personificaba al agua como elemento destructivo que era la causa de inundaciones y otros desastres. Era también la deidad protectora de las parturientas y la inventora del arte de tejer.
· Ixtab
Los mayas creían que los suicidas se iban directamente al paraíso y por esa razón les asignaron una diosa protectora. Se la representaba colgada del cuello por medio de una soga que llegaba hasta el cielo. Con los ojos cerrados y un círculo negro en las mejillas.
· Xaman Ek
Dios de la estrella Polar; era considerada una deidad benévola. Se le representaba con una nariz encorvada y con manchas negras en la cabeza. Era considerado el dios de los comerciantes y mercaderes, ya que en sus viajes se guiaban por la estrella Polar; de hecho la única estrella fija que se puede observar en Yucatán y El Petén; de ahí que le levantaran altares a lo largo de los caminos donde le hacían ofrendas para contar con su ayuda en el recorrido. Estaba asociado al dios de la lluvia, Chaac.
Además de estos dioses principales, designaban también como dioses a los Bacab, los cuatro dioses (rojo, blanco, negro y amarillo) encargados de sostener las cuatro esquinas del mundo, que surgieron –según la mitologia maya-, después de la destrucción por el agua de la era anterior.
En el Posclásico se incluyeron en el panteón maya los dioses encargados del cosmos; es decir, los 13 dioses de la región superior (Oklahutikú) y los 9 de la región inferior (Bolontikú), los relacionados con el calendario, los patronos de los19 meses del año y los dioses de los 20 días de cada mes.