Historia de la Cultura Recuay
En
la década del ochenta aproximadamente, esta cultura tuvo diferentes nombres,
como quiera que todavía no se encontraba su centro principal, cada investigador
o estudioso la bautizó según el sitio donde se creía haber encontrado más
evidencias; así nace el nombre de la Cultura Callejón de Huaylas (Benett,
Tello, Kroecher) porque se postulaba su origen en ese lugar o Cultura Recuay
porque se pensó que ese era el sitio; Larco Hoyle la denominó Cultura Santa,
porque suponía el origen costeño a partir de Virú. De todos modos este estilo
tuvo un amplio dominio territorial y cultural llegando a influenciar a la
cerámica Vicus (en el norte) y prestando elementos para el auge de la cultura
Cajamarca.
Hasta
la fecha no existe consenso sobre su origen, empero algunos arqueólogos han
probado que en la sierra norte, en el sitio de Pallasca, se desarrolló una
cultura a la cual han bautizado como Pashash, sugiriendo que este nombre
reemplace a Recuay, Callejón o Santa.
Se
desconoce todavía desde que fecha hace su aparición, sin embargo, sus
manifestaciones se dejan sentir en Virú a partir de Gallinazo, abarcando
después gran parte de los valles de la costa y sierra norte, siendo los valles
de Santa, el Callejón de Huaylas, el Tablachaca y Pallasca donde más se han
encontrado evidencias de su desarrollo cultural; dejando de influir hacia el
año 800 de nuestra Era.
La
arquitectura que tipifica el estilo Recuay, muy poco se ha encontrado en la
costa, así como algunas representaciones de viviendas en su cerámica, todavía
no se han encontrado in situ, es muy posible que el tiempo o saqueo de los
buscadores de tesoro hayan contribuido a la destrucción de esta obra
arquitectónica; sin embargo, a lo largo del río Santa (a partir de Suchimán) y
del río Tablachaca podemos apreciar algunas manifestaciones que yacen como
montículos amorfos; sobre todo entre Suchimán y Tablones se observan en la cima
de los cerros sitios fortificados circulares y de planta ovoide, trabajadas con
piedra canteada; en todos estos sitios se encuentra fragmentaría Recuay en
superficie.
En
Suchimancillo, en la parte baja del cerro, puede observarse un área
arqueológica conformada por plataformas cuyas superficies presentan cuartos a
manera de habitaciones y pequeños espacios abiertos, todos estos trabajados con
piedras del cerro. En este conjunto destaca un pozo circular hundido. Aquí se
encuentra fragmentería Recuay esparcida por toda el área del sitio. Aguas
arriba del rio Santa y sobre la margen izquierda, a 8 kms. aproximadamente de
Suchimancillo, destaca una huaca muy deteriorada por el saqueo que acusa la
impronta Recuay; es frecuente observar en toda el área arqueológica
fragmentería trabajada en caolín.
En
el río Tablachaca, tributario del río Santa, en el lugar de La Galgada, se
reconoció por el año 1965, fragmentería del tipo Recuay en la base del cerro
San Carlos. Aproximadamente aguas arriba del citado río en el sitio los
Portugueses se encuentran unos pequeños edificios trabajados con piedra angular
y mortero de barro que presentan gran parte del primer piso bajo tierra sobre
saliendo el resto fuera del nivel que desde lejos parecen chulpas, aquí, se
recolectó en toda el área, fragmentería Recuay (Luis Rodriguez Lopez 1986).
Sobre
el tipo de construcción se ha realizado un estudio en el Callejón de Huaylas
lográndose definir tres tipos de vivienda correspondientes a esta cultura; la
primera, caracterizada por dos cuartos que tienen comunicación por un vano
interior, debiéndose entrar a través de un vano exterior, esta casa tiene por
techo grandes lajas rellenadas con tierra.
El
segundo tipo de casa es muy similar a la primera, con la diferencia que tiene
más cuartos; el tercer tipo se caracteriza por una casa subterránea de forma
alargada que a veces puede presentar cuartos con subdivisiones, la entrada a
esta casa se hacía a través de un vano a manera de tragaluz.
Es
la única manifestación que se ha encontrado en la costa como testimonio de la
cultura Recuay o Santa. Esta cerámica presenta, en su confección, el negativo
de color rojo-ladrillo asociado con decoraciones incisas y pictóricas de varios
colores, entre ellos el blanco, rojo, negro anaranjado, amarillo y marrón.
Según
Mejía Xesspe "constituye el mayor avance del ceramista aborigen para
lograr la belleza de las vasijas rituales ceremoniales". Para la
confección de sus ceramios emplearon el caolín o arenilla blanca, sobre la cual
diseñaron dibujos obteniéndose una decoración negativa propia que les
identifica.
La
decoración generalmente es "un felino estilizado" sobre fondo negro,
con paneles rectangulares llenos de círculos y discos, de triángulos y otros
motivos geométricos que simbolizan las manchas de la piel, los dientes y garras
del animal representado. A parte de esta técnica negativa, la cerámica fue
pintada en positivo y modelada. Las formas que el ceramista recuay nos ha
legado son: tazas, cancheros, cucharas, cucharones, vasos, ollas oblongas con
cuello angosto y gollete en forma de asa puente, cornetas, etc.
Entre
las representaciones modeladas zoomorfas figuran el cóndor, la garza, la
lechuza, el armadillo y el jaguar; entre los dibujos geométricos más
identificables tenemos al felino, caracterizado por sus dientes prominentes, al
cóndor y a la serpiente que era representada con dos cabezas. En algunas de sus
estilizaciones en cerámica así como en el arte lítico figuran "las
cabezas" humanas que muchos autores les llaman "cabezas trofeo".
Otra de las manifestaciones culturales de Recuay son la escultura en piedra, en
la que el arqueólogo Richard P. Schaedel ha logrado establecer tres épocas en
el arte lítico: pre-Recuay, Aija y Huaraz.
Por
las evidencias dejadas en sus representaciones alfareras y de lito-escultura,
podemos aseverar que en esta sociedad se desarrolló un fuerte regionalismo, que
aunque estuvo rodeada de otras culturas sobresalientes, dejó de sentir su
autonomía a lo largo del río Santa, el Chuquicara y el Callejón de Huaylas,
para lo cual tuvo que valerse de la guerra y la advocación de algunos de sus
dioses, como la serpiente, el felino o el cóndor en la conquista de su dominio.
Estas fuerzas esotéricas dieron valor suficiente a los guerreros de modo que al
concluir las batallas se vieron precisados a cercenar las cabezas de los
principales jefes para apoderarse de las fuerzas espirituales del vencido,
mientras que otros tuvieron peor suerte al ser atados a las peñas para que las
aves de rapiña los devoren.
La
cerámica nos muestra, a través de sus modelados, personas solas o rodeadas de
otras, en diversas actitudes y situaciones que dan lugar a diversas conjeturas.
Una de las estudiosas que ha logrado dar una de esas interpretaciones es Rebeca
Carrión Cachot, quien al hablar sobre la paccha Huaylas nos dice que predomina
el tema religioso, "casi la totalidad de las representaciones son de
carácter simbólico-alegórico: imágenes de dioses, seres míticos y escenografías
plásticas en las que intervienen grupos numerosos de personajes, y en donde se
registran ceremonias y ritos del mayor interés".
Entre
las deidades más representadas figuran: "Un Dios, con atributos de ser
Supremo, de aspecto felínico, con agudos caninos, que ostenta como emblemas un
cuchillo en una mano, una cabeza trofeo en la otra, corona orlada con cabezas
humanas" que acusan el carácter sanguinario de lo representado. Este Dios
tiene una vestimenta a manera de túnica, en la que se han dibujado sierpes
muchas veces acompañadas por líneas zigzagueantes a manera de rayos o quizá
simbolizaron relámpagos o el curso de las aguas.
"Una
diosa femenina, símbolo de la Luna o Tierra, que tiene como emblema un
cantarito en la mano y como vestimenta una mantilla rayada sobre la cabeza; a
esta diosa se le ubica entre un grupo ofrendante de mujeres, que muchas veces
ocupa un sitio privilegiado frente a su dios, es muy posible que ese cántaro
contenga "agua, chicha o sangre de las víctimas sacrificadas".
"Un
Dios antropomorfo, masculino, símbolo del Sol, preside casi todas las
ceremonias, desempeñando en ellas diferentes funciones indicadas por los
símbolos que usa en cada ocasión"; este personaje muchas veces tiene una
base zoológica, pues presenta una nariz grande y curvada, en la espalda se
observa plumajes oscuros mientras que en el vientre estos son de color claro
con algunas pintadas. Sobre la cabeza lleva una corona, a veces representada
por un ave y otras con cabeza de jaguar, sus manos portan diversos emblemas que
pueden ser: escudos, un garrote, quena o antara, o mas bien una copa o taza.
En
muchas de las representaciones, ya sea individuales o en conjunto, se observa
un cañito que a veces está en la corona de la deidad masculina y otras, forma
parte del cántaro. En las representaciones dejadas por esta cultura, se puede
advertir escenas que muestran un personaje en el centro rodeado de mujeres que,
según nuestra concepción, podría ser una clara alusión a la poligamia, o tal
vez una forma de escena no secular.
Asimismo muchos de los personajes no sólo
visten atuendos diferentes sino que están representados en diversos planos, lo
cual supone una clara estratificación social, en la que los personajes
simbolizados en proporciones mayores debieron tener un alto rango social que
los representados en menor tamaño y en planos inferiores.
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